Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez
Tal vez por el arquetipo de los Doce Pares de Francia u otra razón, éste ha sido el número con que tradicionalmente se ha contado a los individuos de la misma familia y apellido que desde 1485 hasta 1777 se sucedieron como titulares del ducado de Béjar. La causa de tan singular y estricta progresión procede de casi un siglo antes, 1397, cuando Diego López de Estúñiga y Orozco (Diego López era el nombre de pila y el apellido Estúñiga, antes también Stúñiga y en 1476 castellanizado Zúñiga), primer señor de Béjar y de muchas otras villas, instituyó sobre todas ellas un mayorazgo que condicionaba legalmente el usufructo al apellido y lo estableció en su testamento. Más adelante, en 1565, doña Teresa de Zúñiga, III duquesa de Béjar, declararía en el suyo lo siguiente:
Yten declaro y señalo por sucesor en la casa de Béjar y estado con el derecho de presencia a don Francisco de Zúñiga mi hijo mayor, el cual (sic) y sus sucesores encargo, así hayan mi bendición, que cumplan todos mis vínculos y condiciones que la dicha Casa tiene, y especialmente de traer las armas y apellido de Zúñiga a solas, sin traer otras ni otro apellido, porque haciendo lo contrario pierde la sucesión, según lo instituyó y mandó Diego López de Zúñiga, mi señor, institutor de la dicha Casa, en su testamento… (Rojo Vega, Anastasio: Documentos sobre los seis primeros duques de Béjar, 2008) Ambos testamentos están en el Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, etiqueta OSUNA, y el de Diego López de Estúñiga/Zúñiga se puede leer completo en la red
Primer folio, de 102, del testamento de Diego López de Estúñiga/Zúñiga, Valladolid 24/02/1417. BNE
Las dificultades comenzaron al morir el primer titular, Álvaro de Zúñiga y Guzmán, en 1488. Su primogénito, Pedro de Zúñiga y Manrique de Lara, había muerto cuatro años antes y a pesar de que el duque tenía doce hijos más de sus dos matrimonios dejó como sucesor de su Casa, títulos y estados a su nieto Álvaro de Zúñiga y Pérez de Guzmán, primogénito de Pedro. Treinta y ocho años tenía Álvaro II cuando asumió el ducado con todos sus privilegios, dignidad que le fue impugnada por su tío Diego de Zúñiga y Manrique de Lara, segundogénito de Álvaro I y señor de Villoria, que se autoproclamó II duque de Béjar (el traspaso ya no necesitaba el consentimiento real) y es el primero en no ser considerado en el listado tradicional. El duque de oro, como se le llamaba por el color de sus cabellos, rasgo inusual en el linaje, murió en 1510 en Valladolid firme en su convicción, como lo dejó establecido en su testamento, suscribiendo heredero a su hijo Francisco de Zúñiga, señor que fue de Monterrey.
La Rendición de Granada, de Francisco Pradilla, 1882, Museo del Prado. La firma de Álvaro II aparece tras las de los miembros de la Casa Real en el acta de toma de posesión de la ciudad, habiendo participado en el asedio con el pendón y hueste de su abuelo
Tampoco se toman en cuenta los dos años que, con absoluta propiedad y autonomía, gobernó Béjar la viuda de Álvaro II, María de Zúñiga y Pimentel, que era a la vez tía de su esposo por ser hija del abuelo de este, Álvaro I, y hermana de su padre. Durante el breve lapso de mando doña María tomó decisiones que no podrían poner en duda su autoridad, entre ellas la fundación del Hospital de San Gil y una casa para huérfanos pobres, el nombramiento de alguacil mayor en esta mi villa de Béjar de don Francés de Zúñiga –de vuelta a casa tras sus aventuras por Europa con el emperador-, la dictación de regulaciones a villas y señoríos dependientes del ducado –Burguillos del Cerro, por ejemplo-, y otras que, como la fundación del Colegio San Guillermo en la Universidad de Salamanca, gravaron considerablemente la economía de los titulares siguientes. Sin descendencia de su marido, ella misma preparó la sucesión de su sobrina Teresa de Zúñiga, hija de su cuñado Francisco de Zúñiga y Pérez de Guzmán, marqués de Ayamonte, refiriéndose en su testamento eufemísticamente a esta y a su esposo como mis hijos, duques de Béjar, sin perjuicio de asignarse el título a sí misma en el mismo documento, que se encuentra en el Índice la Colección de Don Luis de Salazar y Castro, vol. XVI, Madrid, Genealogías de la familia Zúñiga. Doña María de Zúñiga murió en 1533 en el palacio ducal de Béjar a los setenta y dos años de edad, y de acuerdo a su voluntad fue enterrada en Salamanca.
Corte literaria de Juan de Zúñiga, maestre de Alcántara, hermano de la duquesa María de Zúñiga, en Zalamea de la Serena. Miniatura en una página de Introductiones Latinae de Antonio Nebrija, 1486, BNM
Doña Teresa de Zúñiga y Manrique de Lara, bisnieta por el lado paterno de Álvaro de Zúñiga y Guzmán, I duque de Béjar, y nieta por el materno de Pedro Manrique de Lara, I duque de Nájera, fue entonces la III duquesa de Béjar según la lista habitual. Tuvo una vida deplorable en su matrimonio con el conde de Belalcázar Alonso Francisco de Sotomayor y Portugal, pariente suyo, con quien, no obstante, tuvo ocho hijos. Argumentando que era bisnieto de Elvira de Zúñiga, hija de Álvaro I, el conde asumió el título de duque de Béjar, y para hacerlo efectivo se hizo llamar Alonso Francisco de Zúñiga y Sotomayor. Se dedicó entonces a dilapidar el mayorazgo, llegando hasta poner las manos sobre la duquesa para forzarla a autorizar las ventas. A la muerte del consorte, que afortunadamente fue temprana, doña Teresa reinstituyó el mayorazgo de Béjar conforme a la institución que dejó la buena memoria del ilustrísimo señor Diego López de Zúñiga, mi señor fundador de la dicha Casa. Su jugada maestra fue renunciar y repudiar, ella y sus hijos, la herencia de Belalcázar, cargada de deudas, para separarla del mayorazgo de Béjar. Le alcanzó para asegurar la herencia de sus hijos, hacer múltiples obras de caridad, fundar monasterios y aún prestar una suma considerable al emperador Carlos V.
El condado de Belalcázar, 1977, de Emilio Cabrera Muñoz. En el castillo de la portada, aún en pie, están los escudos Sotomayor y Zúñiga.
A dos pretendientes más al título tuvo que enfrentar doña Teresa de Zúñiga: a Pedro de Zúñiga, marqués de Aguilafuente, hijo de su esposo con Catalina Dorantes, y a su hermanastro Diego López de Zúñiga y Fonseca, abad de Párraces, hijo bastardo, legitimado, de su padre Francisco de Zúñiga y Guzmán. Con el primero llegó a concordia sobre el pleito presentado ante el Consejo de Castilla, y del segundo la propia duquesa se encarga de manifestar en su testamento:
Yten declaro, que por parte del abad de Párraces me fue movido cierto pleito pidiéndome el dicho mi estado de Béjar porque pretendía ser llamado a la sucesión de él, y por evitar el dicho pleito me concerté con el dicho abad de Párraces de le situar sobre el dicho estado un cuento (un millón) y tantos mil maravedís de tributo abierto en cada un año, con facultad de lo poder redimir (devolver o vender) por precio de quince cuentos de maravedís, y para ello se sacaron facultades de su majestad por los cuales se situó dicho tributo y está situado sobre los bienes del dicho estado de Béjar…
Palacio ducal sobre las casas de Béjar, con las reformas que en 1596 le hizo el IV duque Francisco de Zúñiga y Sotomayor. Los escudos de ambos apellidos se aprecian aún entre las ventanas de la pared lateral sur. Camaraoscuraworld.com
A doña Teresa la sucedió su primogénito Francisco de Zúñiga y Sotomayor, IV duque de Béjar. No era la primera vez que el apellido se transmitía por línea materna en este linaje, a contrario sensu de los genealogistas que defienden la línea de varonía. Había sucedido con doña Sancha de Stúñiga, señora de esta Casa que por el año 1150 casó con el infante de Navarra don Alonso Ramírez, señor de Castroviejo (Rivarola y Pineda, Juan Félix: Monarquía española, blasón de su nobleza, 1736) y los cuatro hijos del matrimonio se apellidaron Stúñiga. La sucesión de los siguientes duques de Béjar continuó entre varones hasta 1777, fecha en que tras la muerte sin sucesión del duodécimo, Joaquín Diego López de Zúñiga Sotomayor Castro y Portugal, el título pasó a su sobrina María Josefa de la Soledad Alfonso Pimentel y Téllez-Girón, duquesa consorte de Osuna, y se perdió el apellido que había ordenado mantener el fundador del mayorazgo de Béjar. En su calidad de parientes mayores, los duques de Béjar habían representado cierta cohesión referencial entre los miembros de la Casa de Zúñiga y sus descendientes, propiedad que igualmente se desvaneció. A todo esto se unió la abolición del régimen señorial en España en 1837.
¡Un estupendo trabajo de investigación! Te felicito
ResponderEliminarUn abrazo.
Era lo que pretendían, lograr la perpetuidad del apellido. Así se mantenían vivo a través de generaciones.
ResponderEliminarBesos
Es bueno saber esto❣
ResponderEliminarHola Carmen:
ResponderEliminarTu entrada me ha recordado una novela venezolana llamada "Los Amos del Valle" de Francisco Herrera Luque, que cuenta sobre las familias de abolengo en Caracas.
Besos
Nos dejas como siempre un buen trabajo de investigación, un abrazo.
ResponderEliminarUna magnifica información la que nos ofreces.
ResponderEliminarSaludos.
Qué lujo. A veces no somos conscientes del poderío que confiere a un pueblo el poder echar mano del archivo y respaldar su historia por medio de documentos de papel o piedra como los que muestra el autor; testamentos, cuadros, miniaturas, edificios.
ResponderEliminarSomos afortunados. Saludos.
Qué disputada la posesión del título, casi desde el primer momento, con el nieto del primer duque como beneficiario y su tío que se lo apropió; y hasta un consorte que hizo lo mismo. En fin, cosas de los grandes señores...
ResponderEliminarSaludos.