Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.750 (1/04/2016), p. 4.
Tras la apertura de caminos inexplorados en el sur de Brasil y en las fronteras de Argentina y Paraguay, y tras haber recorrido incansables las márgenes de legendarios ríos como el Paraná y el Iguazú, los hombres de Pedro Dorantes Arias rindieron pleitesía al gobernador del Río de la Plata, Alvar Núñez Cabeza de Vaca[1], con quien habían llegado desde España con el fin de no dejar un palmo de tierra sin conquistar ni un nativo sin someter. La tradición dice que en aquellas tierras los conquistadores españoles se desmontaban de sus caballos y los lanzaban desbocados y a todo galope camino del horizonte, para después marcar la frontera de sus posesiones allá donde el equino, rendido, se detenía.
Dentro de la relación de pleitesía y sometimiento de los indios con respecto a los encomenderos y conquistadores hubo, qué duda cabe, abusos de los que no estuvo al margen nuestro protagonista. Así consta que en el año 1542, en pleno proceso de pacificación de aquellos territorios, a Dorantes, junto a los oficiales del rey Alonso Cabrera y Felipe de Cáceres, no le tembló la mano a la hora de decretar la pena de muerte a un indio llamado Alacaré aduciendo que «convenya al servicio de su magestad e paçificacion de la tierra executar la pena en el dicho Alacare»[2]. Este se había rebelado contra los españoles no queriendo guiarles por las inhóspitas tierras camino de Asunción y había convencido a otros nativos para que también se amotinaran, sabedor de que los conquistadores habrían de quitarles las tierras y esclavizarles después.
Alvar Núñez Cabeza de Vaca
Pero no era exactamente la función de ejecutor la que había llevado a Pedro Dorantes a tierras de Sudamérica. Como ya dijimos en el anterior artículo el bejarano cumplía la tarea de apoderado del Emperador Carlos V en materia fiscal y su labor, que la administración de la corte calificó siempre de muy eficaz, fue la de estructurar del modo más racional la economía de las nuevas posesiones y más en concreto la imposición de pechos sobre las ventas de distintos productos. Es decir se buscaba establecer en América los mismos procedimientos de ganancia para el reino que existían en Castilla. El fin último era sostener económicamente los varios frentes bélicos que Carlos V tenía abiertos aquellos años en Europa.
Existe un buen número de cartas que Dorantes escribió al rey con información exhaustiva en esa materia donde se denota una prudente valoración de los metales preciosos, oro y plata, que ya empezaban a cegar a muchos de los españoles que hacia allí partían[3]. A pesar de que en sus expediciones había sido él en persona el descubridor de algunas minas de cobre fue también el primero en advertir que no sería esa la actividad más lucrativa y que, sin embargo, el futuro de grandeza de la cuenca rioplatense se habría de basar en la actividad agrícola y ganadera. Todo un visionario al que el tiempo le habría de dar la razón.
Segunda fundación de Buenos Aires por Juan de Garay en 1580
Apoyó, frente a otros conquistadores de la zona, una política de expansionismo, lo que le llevó a emprender aventuras al norte de Paraguay llegando a Perú donde llevó a cabo en 1566, junto con Francisco Ortiz de Vergara, la fundación de nuevos asentamientos sobre todo de carácter ganadero. Apoyó decisivamente la repoblación de Buenos Aires que había sido abandonada por los españoles tras un periodo de hambrunas y de conflictos con los indígenas. Dorantes entendía, junto con otros funcionarios del reino, la importancia estratégica de consolidar aquel puerto. En muchas de las cartas al rey el conquistador bejarano insistía en la necesidad de esa repoblación, empeño que le ocupó casi veinte años pues se topó con constantes negativas. Finalmente se logró que desde España llegaran hombres para restaurar Buenos Aires y fundar nuevas ciudades en el estuario argentino[4].
Domingo Martínez de Irala
Todo ello tuvo lugar años después de que las cosas hubieran cambiado, y de qué manera, en el gobierno de Paraguay. El Adelantado Cabeza de Vaca había perdido la confianza de los oficiales con los que emprendió la aventura sudamericana. Estos, encabezados por Pedro Dorantes junto con Alonso Cabrera, Felipe de Cáceres y Garci Venegas, se amotinaron contra él cuando tuvieron noticia de que albergaba la secreta intención de apoderarse de sus tierras. Los amotinados, que promocionaban a Domingo Martínez de Irala como nuevo Adelantando, capturaron a Cabeza de Vaca en 1544. Le prendieron espada en mano y al grito de «Libertad, libertad» le condujeron hasta una celda sin luz alguna, bien preso con grilletes y cadenas. Los rebeldes dieron buena cuenta de aquellos hechos al rey, que ordenó le deportaran a España donde moriría en 1557 [5]. Aunque aquella rebelión tenía, en principio, la intención de evitar que el viejo Adelantado no terminara por quitarles sus haciendas, lo cierto es que los historiadores han encontrado una verdadera causa política de mayor calado para aquel sonado levantamiento. La oposición a Cabeza de Vaca, que venía fraguándose desde años antes, radicaba en que este ordenaba el cumplimiento escrupuloso de las Leyes de Indias que protegían a los indígenas de la violencia que a menudo se ejercía sobre ellos, mientras que los amotinados, liderados por Dorantes, veían en esas leyes una limitación a sus afanes conquistadores.
Lo cierto es que tras esos hechos y el cambio de poder el prestigio de nuestro protagonista se afianzó para el resto de sus días. Su longevidad (alcanzó la provecta edad de 80 años, cifra muy elevada para la época) le convirtió además en un conquistador venerado como testigo y protagonista que fue de antiguas hazañas, lo que le elevó al particular elenco mitológico del descubrimiento de América.
Pedro Dorantes Arias tuvo una notable descendencia, primero en su juventud en Béjar y después en América, donde según los cronistas engendró numerosos hijos mestizos. Sin duda la proliferación hoy de su apellido en muchos de aquellos países tiene su origen en la promiscuidad del conquistador.
[1] Para tener conocimientos de la inefable aventura que en años previos había protagonizado Cabeza de Vaca con otro Dorantes, véase y léase el discurso de ingreso en el CEB de Gonzalo Santonja Gómez-Agero «La Epopeya americana de Andrés Dorantes», publicado en 1993.
[2] Revista del Ateneo; número dedicado a Alvar Núñez Cabeza de Vaca, p.169. Jerez de la Frontera, junio de 1927.
[3] LEVILLIER, Roberto: Correspondencia de los Oficiales Reales del Río de la Plata con los reyes de España. Madrid, 1915.
[4] LEVILLIER, Roberto: Discurso de ingreso en la facultad de Filosofía y Educación (Anuales de la Universidad de Chile), p. 520. Santiago,1957
[5] HERNÁNDEZ, Pero: Historiadores de Indias/Apresamiento de Cabeza de Vaca, pp. 405-427. Instituto Gallach, Ediciones Océano, Barcelona.
Ninguno de estos hombres era santo ni piadoso, simplemente el producto de una época y de una mentalidad diferente a la de hoy. Condenar a morir a los indígenas poco entusiastas con la colonización o esclavizar eran cosa corriente entre aquellas gentes de armas.
ResponderEliminarUn saludo.
Bueno, pues ya hemos llegado al fin de las aventuras y desventuras de don Pedro.La colonización no se ve bien, pero es algo de se hizo nos guste o no.
ResponderEliminarUn abrazo
En el norte de todos los conquistadores, los nuestros y los ajenos, la economía como móvil.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siempre ha habido un afán de conquistar y conocer nuevas tierras. Ahora la idea que hay es conquistar nuevos planetas y tratar de instalar colonias en ello.
ResponderEliminarBesos
Como nos has narrado en las entradas dedicadas a este bejarano todo conquistador tiene su cara buena y mala. Como has hecho se deben ver todas caras no solo la que conviene.
ResponderEliminarSaludos.
Unas entradas muy interesantes y bien documentadas. El descubrimiento de América por Cristobal Colón fue un hito histórico, como también fue el comienzo del mayor genocidio de la historia de la humanidad. Y este señor uno más de los que en nombre de la Corona y de la Fe, y con el fin de enriquecerse, fueron partícipes de tales crímenes, así, que como tal, debería la Historia de recordarlos.
ResponderEliminarUn abrazo, Carmen, y lo dicho, muy buen trabajo.
Me ha gustado mucho Carmen.
ResponderEliminarSiempre creo que se debe ver todo desde el punto de vista de la conquista, no desde nuestro punto de vista como sociedad actualmente. Los conauiqstadores hicieron, lo que socialmente estaba establecido. No hicieron nada distinto.
Como refiere un comentarista anterior, es el todo lo que hay que ver. No solo lo que nos conviene
Besos Caramen
Muy interesant la historia de este conquistador bejarano. Antiguamente se veía bien lo de conquistar. Y se enriquecian los reinos. Hoy sin embargo se critica mucho porque se hicieron grandes genocidios.
ResponderEliminarBuen fin de semana Carmen. Cuídate.
Un abrazo.
Una página de la historia que, a veces, se juzga con ojos actuales. No está mal, todo lo contrario, saber los detalles de los hechos menos heroicos, como también está bien conocer los sucedidos durante la expansión de los pioneros en América del Norte, en aquel mismo continente; y aquí, y desde muy antiguo, por la romanización de Europa y de España en particular, pero que tantos beneficios nos aportó; o las innumerables conquistas, no exentas de abusos, durante la Edad Media y o en la Edad Moderna, muchas veces invocando doctrinas religiosas. Está bien conocer la historia con sentido crítico, pero cosa de gentes incultas derribar estatuas, que son arte, de personajes históricos, y que actúan antes movidos por impulsos que por la razón.
ResponderEliminarUn saludo.