Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.845 (20/03/2020), p. 4.
Prolija es la documentación generada en Béjar durante el largo periodo de la guerra hispano portuguesa de independencia de Portugal, la llamada Guerra de Restauración Portuguesa, que duró 28 años entre 1640 y 1668. Al ubicarse nuestra villa en las proximidades de la frontera entre las dos coronas, bajo el cetro de la Monarquía Hispánica, no estuvo exenta de los embates de uno y otro bando, sobre todo por el tráfago de soldados. La desolación y la violencia, el hambre y la miseria se cebaron entre nuestros conciudadanos.
¿Irían los médicos de Béjar de esta guisa para tratar a los enfermos de peste?
Una de las secuelas más funestas del conflicto residió en la propagación una epidemia cuyo origen se trasladó por unanimidad a las tropas extranjeras que pululaban por doquier. En efecto, entre 1678 y 1681 se desató uno de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, la peste[1]. Los enterramientos contabilizados de personas adultas por este mal en las parroquias de la Villa, sin contar los conventos, ascendieron a 507 y en el conjunto de la Villa y Tierra a 1.386.
Se enseñoreaba entonces en el ducado el Buen Duque don Manuel de Zúñiga y Guzmán quien, compadeciéndose de sus súbditos, ordenó "se suministrase pan, carnero y medicinas a todos los necesitados y dio grandes limosnas”. Además costeó de su bolsillo el salario del mes de enero de 1679 del doctor don Mateo de la Parra con el fin de que atendiese a los aquejados por el mal. En realidad su nombre era Mateo Jareño de la Parra y desde 1665 había conseguido la cátedra de medicina de la Universidad Salmantina. Se le consideraba un erudito en su época, pues no en vano había conseguido tanto reunir una importante biblioteca científica como cuatro cátedras relacionadas con la medicina.
La Batalla de Montijo fue clave en la guerra hispano-portuguesa
Cuando llegaron las órdenes ducales el doctor De la Parra se encontraba en casa de don Francisco de Zavallos asistiendo a su mujer enferma, doña Bernarda Ramos de Herrera. Sin dudarlo, aceptó quedarse y reconocer a los enfermos en la vivienda de Agustín Jiménez en La Corredera. Sin embargo, encontró la oposición de un Consistorio que había nombrado al doctor Parrado para idéntico cometido como médico de la Villa y no deseaba cargar en sus mermadas arcas con un doctor de tanta categoría al que no podía pagar más de lo estipulado. Parrado, con la llegada del doctor salmantino, se convertiría en un mero ayudante.
No sabemos si para desanimarle o para exigirle algo que a todas luces le era imposible de afrontar, el Ayuntamiento manifestó que si el doctor De la Parra no se trasladaba a Baños de Montemayor y a Hervás, como así lo había ordenado el señor duque, debía abandonar Béjar de manera inmediata. La respuesta del catedrático de medicina fue negativa "por sus muchos achaques" y por el tiempo rigurosísimo de aquel mes de enero, aunque diferentes personas acaudaladas, entre ellos varios párrocos, le insistieron de lo contrario, prometiendo pagarle el sueldo de su propio bolsillo en una especie de colecta nobiliaria. Mientras tanto, enterado de tamaño dislate don Francisco de Zavallos escribió al duque para que estuviese al corriente de la injusticia, ofreciendo su casa para que se alojase el catedrático.
Mientras Zavallos estaba rasgueando el papel con la pluma redactando la carta, he aquí que el Consistorio hacía lo propio pidiendo al duque don Manuel que no les obligase a quitarle el sueldo a su médico, el doctor Parrado, pues atendía a pobres y ricos sin distinción. Añadían que no podían costear otro médico y que mientras tanto era posible que otros enfermos cayeran en las garras de la muerte si no les llegaba la atención médica. También se dirigió a Su Excelencia el párroco de San Juan, don Pedro Martínez de Salvaleón, narrando lo que estaba ocurriendo en la villa. Entre burlas y veras De la Parra acabó cansándose de los manejos de unos y otros y, hastiado, en cuanto se cumplió el mes regresó a Salamanca.
Jaleos al margen, la iglesia de Santa María enterró 106 feligreses, El Salvador 180 y San Juan 211. Los 879 restantes murieron en los pueblos de la Tierra: 50 en Sorihuela, 76 en La Garganta, 161 en Hervás, 20 en Cantagallo, 13 en Santibáñez, 11 en Navalmoral, 11 en Valverde y Peromingo, 10 en Sanchotello, 25 en Ledrada, 19 en Medinilla, 55 en Candelario, 24 en Fuentes, 23 entre Navacarros, La Hoya, Vallejera y Palomares, 3 en La Nava, 28 en Solana, 130 en Puerto, 5 en Fresnedoso, 103 en Becedas, 12 en Neila[2]. La disparidad en los fallecimientos se debe a que las tropas solían aposentarse en la zona de Puerto de Béjar, Baños y Becedas, por pasar distintas vías de tránsito por estas localidades.
Don Mateo Jareño de la Parra[3] abandonó en 1694 la docencia en Salamanca, aunque no para atender a los enfermos de una epidemia, sino al mismísimo rey. A los oídos de Carlos II, enfermo casi siempre, habían llegado rumores del prestigio del eminente catedrático salmantino y le nombró su médico de cámara. De su regia persona dejó escrita esta descripción:
Carlos II, por Juan Carreño Miranda
“El rey es más bien bajo que alto, no mal formado, feo de rostro; tiene el cuello largo, la cara larga y como encorvada hacia arriba; el labio inferior típico de los Austria; ojos no muy grandes, de color azul turquesa y cutis fino y delicado. El cabello es rubio y largo, y lo lleva peinado para atrás, de modo que las orejas quedan al descubierto. No puede enderezar su cuerpo sino cuando camina, a menos de arrimarse a una pared, una mesa u otra cosa. Su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da señales de inteligencia, de memoria y de cierta vivacidad, pero no ahora; por lo común tiene un aspecto lento e indiferente, torpe e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede hacer con él lo que se desee, pues carece de voluntad propia.”
[1] Archivo Histórico de la Nobleza. OSUNA, C.266, D.111-115. "Certificados dados por los párrocos de los pueblos pertenecientes a la jurisdicción de la casa y estado de los duques de Béjar en los que se recogen las personas que murieron por epidemia desde el año de 1678 a 1681". Esta referencia está integrada por cuatro documentos: en el primero se detallan los fallecidos y los otros tres son cartas cuyo contenido narraremos a continuación.
[2] En el documento que manejamos no se recogen los muertos por este mal en San Bartolomé, Baños, La Cabeza, Gilbuena, Junciana, Valdelacasa y La Calzada, como consta en el mismo expresamente.
[3] Sobre su persona existe abundante bibliografía. Por ejemplo, BARRIO MOYA, José Luis. «La librería de don Mateo Jareño de la Parra, médico del rey Carlos II». Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica, nº 19, 1994. O ESPERABÉ ARTEAGA, E. Historia de la Universidad de Salamanca, tomo II. 1917.
Aquellos eran tiempos duros, en los que solían coincidir las parcas que provocaban hipermortalidad: guerra, epidemias y hambre. Hoy, algunos protestan porque tienen que llevar mascarilla o no pueden reunirse con tropecientos en una fiesta, y eso es, al parecer, muy grave porque atenta contra su libertad. Deberían repasar la historia, empezando por este artículo tuyo.
ResponderEliminarUn saludo, Carmen.
Siempre un grato placer el visitarte! Recibe un generoso saludo!
ResponderEliminarMe maravilla esta labor de investigación y más cuando hay conflictos de por medio que muchos legados se extraviaban.
ResponderEliminarTe felicito por toda esta labor.
LA verdad que eran tiempos duros de recibo y gracias a la gran vocación de este gran galeno.
Feliz puente Carmen abrazos
En aquellos tiempos, sería tan impactantes como la de ahora. Tan sólo que no había tantos medios de información, como en la vida actual...esta de ahora también pasará la historia . Ya tenemos ganas de que esto finalice, los daños causados son bastante grande.
ResponderEliminarBesos
Durante el medievo hubo bastantes epidemias de peste en una de ellas desapareció un pueblo cercano al que nací y bien pudo por estas fechas ya que en una ocasión vimos en el archivo una sentencia a un vecino de ese pueblo.
ResponderEliminarSaludos.
Una bella página histórica para recordar el buen hacer de un hombre de ciencia en circunstancias tétricas para la salud de miles de criaturas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Carmen:
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. No me extraña. Nunca falta. Hemos sido entrenado para esto y más algunas veces.
Sé que hay quienes piensan que eso nos hace superiores, cuando realmente nos hace más humildes y humanos
Besos
Interesante entrada con la que siempre adquiero nuevos conocimientos Carmen. Gracias.
ResponderEliminarBesos.
Buena entrada ya que te hace ver que en el pasado han habido tiempos bastantes malos, con pocos medios y siempre hay buenos médicos que han ayudado estupendamente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nunca las desgracias han venido solas, a las guerras se suma el hambre, la confusión y por añadidura la enfermedad y en el siglo XVII, por si fuera poca la situación bélica que se estaba viviendo en Portugal, llega la peste como otra amenaza de muerte que aterra a la población y se lleva a gran parte de ella.
ResponderEliminarUna vez más, los médicos siempre han estado al pie del cañón tratando de aliviar a los enfermos.
En cuanto a tu comentario debo decirte que Ámbar era una amiga virtual que amaba la poesía y expresaba sus sentimientos más íntimos a través de ella.
Vivía en Inglaterra, pero era española.
Me conoció a través del blog, me llamaba por teléfono asiduamente y entre las dos fuimos tejiendo raíces invisibles que unían sentimientos, así se fue creando una buena y desinteresada amistad.
Agradezco tus letras en mi espacio, yo nunca me he olvidado de vosotros.
Cariños.
kasioles
un placer el haber llegado hasta vos
ResponderEliminarun abrazo desde Miami
Aunque no se ocupara de la epidemia, papeleta difícil le tocó en el 94 para atender al rey, colección de variadas patologías, que la medicina de entonces ni sabía identificar ni podía tratar. Muy interesante la entrada, Carmen.
ResponderEliminarUn saludo.
·.
ResponderEliminarViendo lo que sucede en tiempos actuales, y con los medios de los que disponemos, se hace difícil pensar en cómo podría ser la vida en otros tiempos de pestes y epidemias. Tu trabajo, aparte de informarnos y deleitarnos, nos pone en situación.
Como siempre, excelente divulgación.
Un abrazo Carmen
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LaMiradaAusente · & · CristalRasgado