Autora: Carmen Cascón Matas
Vamos a remontarnos al año 2016. En sus primeros compases recibo un correo electrónico de Miguel Soto Pardo, colaborador de Béjar en Madrid y bejarano de adopción. Su intención era contactar conmigo para preguntarme una duda y desvelarme la existencia de un retrato cuyo propietario quería donarlo a Béjar, concretamente al ayuntamiento, con la idea de exponerlo en el convento San Francisco. ¿Por qué en este lugar?
Para explicarlo deberíamos empezar antes de nada por describir el retrato. En óleo sobre lienzo y de autor desconocido, representa a un fraile tonsurado con hábito franciscano marrón, propio de su orden, retratado en tres cuartos y con el cuerpo mirando hacia la izquierda. Lo más interesante es la expresión del rostro: es un hombre relativamente joven que mira hacia el espectador con ojos chispeantes y simpáticos, y una sonrisa franca en los labios. El motivo de su alegría no sabemos si se encierra en su carácter o en su acompañante: un loro verde que porta en el dedo índice de su mano izquierda.
¿Quién es el retratado?
Foto Béjar al Día
El propietario del retrato, Agustín Valle, lo sabía perfectamente. El nombre del fraile franciscano era Fray Blas Zamarreño. Por la documentación y por su testimonio posterior, que ahora comentaremos, había ejercido como profesor de la Cátedra de Latinidad que se ofertaba en el convento de San Francisco. El profesor José María Hernández Díaz documenta esta cátedra desde al menos 1807 y era continuadora de otras que habían existido desde tiempo atrás, muy probablemente en el siglo XVIII. Estaba dirigida siempre por un fraile franciscano, cuya orden había ejercido tal cometido en el pasado, y en el siglo XIX el apoyo económico provenía del propio Ayuntamiento con la condición de que el religioso se dedicara en exclusiva a este cometido. Aún con todo, según se desprende de la investigación de Hernández Díaz, el responsable de estas enseñanzas en 1822 era Salvador Bueno, con lo que Fray Blas Zamarreño tuvo llegar por fuerza después.
En tal caso, según Miguel Soto Pardo, la epidemia de cólera morbo de 1837 y la falta de sacerdotes seculares, tras ejercer en su desempeño Fray Blas Zamarreño unos años en su oficio de profesor de Latín, le obliga a marcharse al cercano pueblo de Puerto de Béjar a lomos de un pollino. Entre sus pertenencias transportaba este retrato. La muerte del párroco de la localidad y la desamortización del convento bejarano le hicieron quedarse allí para siempre, concretamente hasta su muerte, aunque veremos que esta afirmación no es del todo cierta.
Pero mucho antes de que su muerte llegara, había dejado una última voluntad por escrito en el reverso del lienzo:
Después de mi fallecimiento suplico se coloque este cuadro en la Latinidad de S. Francisco de Béjar. Fray Blas Zamarreño, 1831. Rúbrica
Tras su fallecimiento, el retrato fue colgado en el edificio de las Escuelas del pueblo con la obligación de llevarlo a Béjar planeando sobre él. Un día el maestro se lo regaló a una vecina, Agustina Gil, y en 2016 su nieto Agustín decide cumplir la promesa de llevarlo al aula de latinidad de Béjar. ¿Pero dónde estaba ahora ese espacio? El convento había sufrido la desamortización de bienes del clero en 1845, se había vendido a particulares y destruido su hermosa iglesia, había servido como escuela de primaria, como sede de la Escuela de Artes y Oficios, como hospital y había sufrido el abandono, hasta que en 2001 fue restaurado y abierto como Centro Municipal de Cultura. Con esto no quiero decir que hubiera perdido todos sus elementos arquitectónicos, pero se había transformado su interior hasta tal punto que se hacía difícil saber dónde estaba el Aula de Latinidad. Por eso contactó conmigo Miguel Soto Pardo, pero las pesquisas fueron infructuosas.
Claustro del convento San Francisco de Béjar
Lo mejor de todo ello es que Fray Blas Zamarreño volvió a su casa, concretamente al Museo "Valeriano Salas", en una ceremonia de entrega del retrato al Ayuntamiento de Béjar que se produjo el 5 de mayo de 2016.
Ahora toca preguntarnos por qué se hizo retratar Fray Blas con el loro. ¿Se trata de una mascota exótica que le regalaron o hay una simbología detrás, una iconografía oculta? Preguntado a Carmen Sebastián sobre el particular, me cuenta que San Francisco de Asís es representado a veces con loros y papagayos como representantes de la elocuencia, como en estos dos bellos cuadros de abajo. Fray Blas sería así un remedo de un santo fundador de su orden. El motivo no era otro que un pasaje de la vida del santo en el que "estando el beato Francisco en Bevagna predicó a muchos pájaros los cuales, exultantes, alargaban el cuello, batían las alas, abrían los picos, le tocaban la túnica; y todo esto lo veían sus compañeros que le esperaban en el camino".
San Francisco de Asís predicando a las aves. Juan Carreño de Miranda, 1646
Museo del Prado
Pero no se podría descartar algún otro significado a mayores como que el fraile se hiciera acompañar por el loro por haberle enseñado quizá palabras en latín o que fuera un símbolo y que no existiera como tal. Un símbolo de tipo político, habida cuenta de que nuestro protagonista fue incluido en una lista de bejaranos peligrosos redactada en 1824, justo después de morir el Trienio Liberal. En ella se le define como "presbítero constitucional", o sea, un religioso al que hay que vigilar por sus ideas políticas demasiado aperturistas en un momento en el que el Antiguo Régimen vuelve de la mano de Fernando VII. Con este símbolo entre sus manos podría dar a entender que no callaría en sus convicciones políticas.
O quizá que su elocuencia en la cátedra de Latinidad, volviendo a la primera hipótesis, era proverbial. Porque resulta que después de haber sido depositado el lienzo descubrí un par de datos más sobre su protagonista, por ejemplo que la Cátedra de Latinidad siguió existiendo y que en 1853 su director era precisamente Fray Blas Zamarreño. Además fue invitado y asistió a la entrega oficial de la Medalla de Oro de Instrucción Pública al Ayuntamiento de Béjar por el Ministerio de Gracia y Justicia, galardón auspiciado, entre otros, por el filósofo bejarano don Nicomedes Martín Mateos (¿posible alumno de don Blas?).
En 1867 todavía seguía vivo, pero no residía ni en Béjar ni en Puerto de Béjar, sino que ejercía de párroco en el pueblo de Villar de Plasencia. Es posible que a su marcha dejara su retrato en Puerto de Béjar con la esperanza de que un día, después de su muerte, alguien lo retornara al convento de Béjar, como era su deseo.
Mientras definimos la personalidad de Zamarreño, nos sigue observando a través de los siglos con su mirada risueña y su simpática mascota en su convento de San Francisco.
Referencias:
-CASCÓN MATAS, Carmen. "Los bejaranos más peligrosos de 1824". https://ccasconm.blogspot.com/2015/05/los-bejaranos-mas-peligrosos-de-1824.html
-CASCÓN MATAS, Carmen. "Apuntes de la desamortización en Béjar".
-https://ccasconm.blogspot.com/2020/04/apuntes-de-la-desamortizacion-en-bejar.html
-HERNÁNDEZ DÍAZ, José María. Educación y sociedad en Béjar durante el siglo XIX. Salamanca : Universidad, Instituto de Ciencias de la Educación, 1983.
-SOTO PARDO, Miguel. Carta a Béjar en Madrid. Enero de 2016.
-"Se cumple la última voluntad de Fray Zamarreño después de 200 años". https://salamancartvaldia.es/noticia/2016-05-05-se-cumple-la-ultima-voluntad-de-fray-zamarreno-despues-de-200-anos-185869
No me extrañaría nada que el loro fuese el motivo de esa sonrisa, son muy simpáticos.
ResponderEliminarEs un cuadro muy bien plasmado, si que define bien los rasgos de ese fray que se nota que era muy joven.
Y, que mejor que donarlo para la misma orden que procesaba esta eminencia en Latinidad
Muy interesante esta entrada , gracias a esta labor de investigación van saliendo a la luz muchas dudas...
Un abrazo Carmen
Mucho ha tardado en cumplirse en parte su voluntad. Por lo menos si no está en el lugar exacto está en la población.
ResponderEliminarBesos.
Un bello cuadro que parece tubo unos paseos antes de regresar a su lugar de nacimiento.
ResponderEliminarSaludos.
Muy interesante
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