20 de mayo de 2023

La fundación del convento de la Piedad, las donaciones de la duquesa fundadora y la procesión del Corpus (1ª parte)

Autora: Carmen Cascón Matas 

Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.883 (19/XI/2021), p. 4.

 

            Calles plagadas de gentes variopintas, solemnidad, bullicio y olores diversos, a incienso, a fritanga, a sudor de bestias y hombres. El cortejo se alarga calle Mayor arriba sin dar visos de fenecer entre inciensos y músicas. Los muchachos se arremolinan para otear mejor, abriéndose paso a empellones hasta las primeras filas y recibiendo a cambio alguna que otra colleja. El Mondo, que así apodan a un zagal por su cabeza plagada de costras, ha logrado un buen puesto para ver y birlar bolsas en ese Corpus por el que todos andan medio embobados entre fastos y oropeles. 

 

 Edificio construido a finales del siglo XIX donde un día estuvo la capilla del desamortizado convento de la Piedad


         Y es que este de 1603 es harto diferente porque, a cuenta del fallecimiento de la duquesa Brianda Sarmiento de la Cerda, la procesión ha ganado en más lujos si cabe. El capellán de las Monjas de Abajo estrena un terno nuevo encarnado y otras cosas que hacen quedarse con la boca abierta a los gañanes que de Villa y Tierra se congregan en el recorrido. “Si mi mano fuese más larga que espada de vizcaíno y la presencia de las milicias no fuera tanta, pardiez que me volvía rico para largarme a Indias”, se dijo El Mondo mientras miraba con ojos ávidos tanto joyel y tanta orfebrería de paseo por la calle.


 

            En 1590 el duque Francisco de Zúñiga y Guzmán, segundo de este nombre, y su segunda esposa Brianda Sarmiento de la Cerda fundan en Béjar un nuevo convento con el fin servir tanto de cenobio para mujeres de la nobleza local y ducal como de panteón de los señores de la villa. Aunque existía otro cuyas raíces se remontaban al medievo -nos referimos por supuesto al convento de terciarias franciscanas de la Anunciación, cuyo solar se encontraba en la zona del Casino Obrero-, la piedad y el deseo de ampliar la vida espiritual de la villa fueron motivos suficientes para tal creación. Por los testimonios que se conservan del convento de la Anunciación sabemos que era pequeño y modesto, nada comparable a lo que se estaba promoviendo en otras villas ducales en aquella época como por ejemplo Pastrana o Alba de Tormes. Popularmente, y para diferenciar ambos, el pueblo bautizó como de las Monjas de Abajo al de la Piedad, y de las Monjas de Arriba al de la Anunciación, por la disposición de sus edificios a lo largo de la extensa cuesta de la calle Mayor.

 

 

  Plaza de la Piedad. Lienzo de casas fronterizo al antiguo y desaparecido convento de la Piedad. Portales de Pizarro.


          Para el asentamiento de las treinta y tres monjas que debían forman parte de este cenobio en sus primeros compases, seis de ellas sin dote, la ducal pareja donó el Palacio Nuevo, lugar histórico por haber sido escenario de visitas regias como las de Enrique IV[1] o los Reyes Católicos[2]. Sin duda tal decisión no se hubiera tomado si El Bosque no estuviera funcionado a pleno rendimiento como lugar de asueto y el Palacio Ducal no hubiese sido remozado con todas las comodidades de habitabilidad y representación de la Casa. El ocio se había trasladado a las afueras de la villa y el viejo caserón palacial había quedado en desuso. 

 

 Junto al desaparecido convento de la Piedad se conservan elementos constructivos del antiguo recinto amurallado. Calleja de Ferrer


       La pareja ducal dudó sobre la orden monástica que debía regir aquellas paredes y barajaron entre las franciscanas, concretamente clarisas[3], o las dominicas, decantándose por las segundas. La Casa estaba vinculada desde antiguo a la Orden de Santo Domingo, habida cuenta de la fundación en el siglo anterior del convento de San Vicente Ferrer en Plasencia por el duque don Álvaro y la duquesa Leonor de Pimentel y Zúñiga. Curiosamente, aunque entre los dominios de los Zúñiga bejaranos ya no se encontraba la ciudad extremeña, que pasó a la casa real por mandato de la reina Isabel I como castigo al duque por haber apoyado a su sobrina Juana La Beltraneja en su pretensión por hacerse con el trono, doña Brianda Sarmiento de la Cerda especificó en las escrituras que entregaría una renta en forma de censo sobre las ciudades de Plasencia y Salamanca de 14.000 reales para su sostenimiento. La idea de fundar el convento de la Piedad, que de este modo fue bautizado, respondía al proyecto de convertir Béjar en una villa ducal, en una capital digna de sus estados una vez perdida en Plasencia, una idea iniciada por los titulares anteriores y continuada por sus descendientes[4].

            Sin pararme más en este asunto, cuya extensión propiciaría un artículo más largo[5], quiero dar relevancia en este trabajo a la donación que doña Brianda Sarmiento de la Cerda realizó para la iglesia del convento en estos primeros compases y la vinculación de algunos de estos regalos[6] con la procesión del Corpus Christi. No en vano nos estamos refiriendo a dos patronazgos de la Casa Ducal, uno en forma de ceremonial religioso con aparato festivo y representativo, y otro de cenobio fundado bajo el patrocinio de los Zúñiga.

            Para que la capilla del convento luciera acorde con la magnificencia de sus mecenas había que decorarla y dotarla con los elementos necesarios para las celebraciones litúrgicas: reliquias, tapices ricos, elementos de oro y plata (cálices, patenas, copones, incensarios, vinajeras, cruces procesionales y de guion), vestimentas litúrgicas y objetos preciosos para las procesiones y salidas en el caso de que las hubiera, no de las monjas, que vivían bajo estricta clausura, sino de alguna imagen puesta al culto público en la capilla o del propio capellán del convento cuando debía formar parte de un cortejo religioso. 

 

Corpus Christi de Béjar, Fiesta de Interés Turístico Internacional

         Así, hizo entrega de dos ternos: uno de tela encarnada con cenefas bordadas de imaginería, para ocasiones solemnes, y otro de raso negro con cenefas bordadas en oro y plata, destinado a ceremonias fúnebres relacionadas con la Casa. El terno era una vestimenta utilizada por los sacerdotes y sus diáconos o acólitos, ayudantes en la misa, que variaba de color dependiendo del calendario litúrgico. Se componía de varias piezas: una capa pluvial y una casulla para el oficiante, y dos dalmáticas para los asistentes. Asimismo regaló un conjunto de ricas telas de cama, tales como colchas y colgaduras, que, convenientemente modificadas por sabias manos, adornarían el monumento de Jueves Santo de la Semana Santa. Estaban confeccionadas en seda con goteras[7] bordadas de oro y plata con los símbolos de la Pasión. Nos imaginamos cómo sería la cama originaria de tales tapices, con dosel y colgaduras, aptas para refugiarse de las inclemencias del frío invierno y de corrientes heladas en las grandes estancias de un palacio sin vidrios en las ventanas.

 

Continuará

 



[1] CASCÓN MATAS, Carmen. Enrique IV de visita en Béjar, nº 4758 (5/VIII/2016).

[2] A propósito de las visitas regias se escribió en el Especial Béjar en Madrid. 75 años al servicio de una ciudad (1917-1992), p. 305.

[3] En este caso las monjas procederían de los dominios ducales de Belalcázar, donde existía también un monasterio de fundación ducal.

[4] ALEGRE CARVAJAL, Esther. Béjar como villa ducal, Estudios Bejaranos nº 4, 2000, pp. 13-44.

[5] De hecho una muy acertada aproximación a los primeros compases del convento han sido abordados por RAMOS BERROCOSO, Juan Manuel. Una aportación a la historia del convento de la Piedad de Béjar: las ordenanzas de 1626. Estudios Bejaranos XXIV, 2020. Diputación de Salamanca y Centro de Estudios Bejaranos, 2020, pp. 129-150. Y RIVADENEYRA PRIETO, Óscar. De maitines a vísperas, artículo dividido en cuatro partes publicado en Béjar en Madrid, núms. 4846-4849.

[6] Las donaciones figuran en el Archivo Histórico Nacional. OSUNA, C.228, D.49-51. Documentación relativa a la fundación y dotación realizada por Brianda Sarmiento de la Cerda, [(IV)] duquesa de Béjar, del Convento de Nuestra Señora de la Piedad de la villa de Béjar (Salamanca). Es el documento que manejaremos a partir de ahora.

[7] Según el Diccionario de Autoridades, consultable en internet, una gotera era «la caída de la tela en los doseles, camas y otras cosas semejantes, pendiente del que llaman Cielo, y le sirve de adorno y cenefa».

 

4 comentarios:

  1. Tanta opulencia, contrasta don la gran pobreza en que viven alguno y eso hace agudizar el ingenio y la picaresca, a las personas más necesitadas.
    Felia fin de semna. Besos

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  2. Con estas donaciones pretendían su salvación aunque el dinero saliese de impuestos a personas mas necesitadas.

    Saludos.

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  3. Ante tanta opulencia, no me extraña los pensamiento e ideas del Mondo.

    Abrazos.

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  4. Saludos, Carmen, quedo a la espera de la continuación. Un abrazo,

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.