Amigos de Béjar y sus historias

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8/28/2011

Sobre el nombre de Cantagallo (Salamanca) (2ª Parte)


Autor: Manuel Antonio Marcos Casquero
Publicado: Semanario Béjar en Madrid, Julio de 2011


Pero al par de esas formas, encontramos otras que podrán ayudarnos en nuestro rastreo etimológico. Ante todo es preciso evocar el nombre de Gallocanta, pueblo y laguna de la provincia de Zaragoza, en la comarca de Daroca. Añádase el de Gallicant (o Gallicanto) que portan localidades pertenecientes a las provincias de Barcelona, Tarragona y Mallorca. Por lo que pueda tener de utilidad, quizá debamos agregar aquí el nombre de Calicant que, también en Mallorca, se aplica al Puig de Calicant, en Alcudia. Ya hemos mencionado el pueblo de Gallicanta, en la provincia de Badajoz. Y, en virtud de su transparencia significativa, cerraremos este nomenclátor con la denominación de la iglesia San Pedro in Galli Cantu, en Jerusalén, así llamada en recuerdo de la predicción hecha por Cristo a Pedro anunciándole que negaría a su maestro antes de que el gallo hubiera cantado tres veces.



  Calles de Cantagallo


Algunos de los nombres registrados en esa lista, teniendo en cuenta la forma que presentan, es indudable que hacen alusión expresa al canto del gallo. Lo que ya no es nada fácil de dilucidar es si se adoptó como topónimo en referencia al relato evangélico alusivo a la negación de Pedro o si alude a algún hecho concreto relacionado con el kikirikí o a quién sabe qué motivos. En otros casos -así los topónimos Cantagallo, Gallocanta, Gallicant o Calicant- el problema surge cuando se compara su acuñación con la de una nutrida lista de denominaciones toponímicas en que el primer elemento es también canta-, pero cuya explicación no parece que apunte al verbo ‘cantar’. Tal sucede, por citar unos mínimos ejemplos, en Cantalapiedra, Cantalpino, Cantimpalos, Cantallops… en los que (salvo como imagen poética, alegórica o humorista) resulta difícil pensar que, respectivamente, esté aludiéndose a que canten la piedra, el pino, el palo[1] o el lobo. En el prólogo (titulado, “La toponimia, ciencia del espacio”) con que Josep María Albaines inicia su Enciclopedia de los topónimos españoles, leemos[2]: “En ocasiones el nombre aparece como un galimatías sin sentido, que habrá que descifrar. En la provincia de Zaragoza existe la laguna de Gallocanta, en Gerona las localidades de Cantallops y Ullastret (en catalán, respectiva y literalmente, ‘canta-lobos’ y ‘ojo-estrecho’), y en Barcelona Palau de Plegamans (‘palacio de plegamanos’). Es posible que un gallo cante, pero más difícil es que lo haga un lobo. Aunque un ojo puede ser estrecho, no parece éste un incidente capaz de dar nombre a un lugar. Y menos aún que los habitantes de algún pueblo sean aficionados a plegar las manos. Las explicaciones pueden venir por variados caminos: Gallocanta y Cantallops pueden relacionarse con cant-, ‘piedra’, Ullastret puede ser un derivado de ‘olivo’, y Palau de Plegamans aludir a algún paraje frecuentado por los plegamans (la mantis religiosa, así llamada popularmente en catalán por su actitud oratoria)”.

8/22/2011

Sobre el nombre de Cantagallo (Salamanca) (1ª Parte)



Autor: Manuel Antonio Marcos Casquero
Publicado: Semanario Béjar en Madrid, Julio de 2011


Para un filólogo resulta siempre apasionante el reto de rastrear hasta sus orígenes el significado de una palabra y, más aún, el intento de desentrañar el motivo último por el que algo recibió el nombre que ostenta, porque la cognición de su origen nos proporciona, al decir de San Isidoro de Sevilla (Etimologías 1,29), no sólo el conocimiento de lo denominado, sino también la aprehensión y dominio de su propia esencia, o sea, de qué es. Resulta muy elocuente la imagen del relato bíblico que, en el Génesis (2,19-20), nos muestra a Adán entregado a la tarea de imponer nombre a cuanto -animal, vegetal o ser inanimado- acaba de ser creado por Yahvé. Desde que el homo sapiens tomó conciencia de su capacidad intelectiva, que lo convertía en rey de la creación, la humanidad no ha cesado ni un momento de verse obligada a acuñar nombres para designar entidades nuevas para él. Mas a la hora de forjar un nombre ¿qué criterios se aplican en su composición? ¿Qué significa realmente? ¿Por qué decantarse precisamente por ése y no por otro? ¿Qué norma rige su empleo?

Zona de Cantagallo (extraída de aquí)

8/16/2011

La iglesia de Montemayor del Río: arquitectura y legado artístico (5ª Parte y final)


Autor: Roberto Domínguez Blanca

Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de la Cámara de Comercio de Béjar, 2009.


Una vez que hemos detallado los pasos constructivos seguidos hasta llegar a la iglesia que hoy admiramos, es obligado detenerse en las obras de arte que la han ido equipando durante siglos. Comenzaremos por la capilla mayor, donde se concentran las piezas más interesantes, y entre las que sobresale su valioso retablo mayor. Conocemos bastante bien sus orígenes gracias a que se conserva su contrato, pero antes es necesario señalar que estamos ante uno de los retablos más antiguos de nuestra comarca, junto con el de la iglesia de San Gil de Béjar y el retablo de San Sebastián de la de Candelario. La pintura del retablo la contrata en 1552 el salmantino Antonio González, encargándose de la parte escultórica Francisco Joli, si bien en el siglo XX llega en muy mal estado y con las pinturas seriamente dañadas. En los años 90 se decide ocultarlas con pinturas modernas y que reproducen célebres cuadros de artistas como Murillo o Velázquez.


 Retablo mayor

8/10/2011

La iglesia de Montemayor del Río: arquitectura y legado artístico (4ª Parte)

Autor: Roberto Domínguez Blanca

Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de la Cámara de Comercio de Béjar, 2009.

Otro mérito artístico que sumar a los que van comentados, es que esta iglesia conserva al completo la decoración pictórica mural original de su interior, que ya es decir; si bien gran parte de la misma se halla oculta bajo una fina capa de encalado, que aún así permite percibir las líneas generales de la decoración. Por un lado, tenemos decoración pictórica tal cual, y por otro, decoración esgrafiada. De pintura mural destaca sobremanera el gigantesco San Cristóbal con el Niño Jesús, representado de forma similar a como lo encontramos en algunas catedrales (Salamanca, Zamora, León…). Como patrón de los caminantes no es de extrañar que se tuviera un lugar preeminente en la iglesia de Montemayor, pues de sobra es sabido que la Calzada de la Plata era una vía de comunicación importante y uno de los caminos que conducía a los peregrinos a Santiago de Compostela. Sobre el gran tamaño con el que se le suele pintar, se aduce que se hacía para hacerlo bien visible a todo el mundo, pues se le invocaba contra la peste y contra la muerte súbita, al tenerse la certeza que su sola contemplación por parte del feligrés le aseguraba no morir en las veinticuatro horas siguientes (1). El San Cristóbal se encuentra en el muro norte junto a la portada, y en ella vemos la frecuente escena del santo con el niño sobre sus hombros cruzando el río ayudado de una vara. Desgraciadamente la pintura está ya muy perdida. Lo que mejor se conserva es el rostro del santo y las carnaciones. El Niño Jesús apenas se intuye y del paisaje apreciamos un árbol, los patos del río y poco más. Se puede fechar en la segunda mitad del siglo XVI.

Fresco de San Cristóbal


7/31/2011

La iglesia de Montemayor del Río: arquitectura y legado artístico (3ª Parte)

Autor: Roberto Domínguez Blanca 

Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de la Cámara de Comercio de Béjar, 2009.

La portada principal se ubica en el muro meridional y es bien sencilla. Alcanzada por una escalinata que salva el desnivel del terreno, se resuelve con dos arquivoltas de sección rectangular que continúan su forma por las jambas. Tres simples listeles hacen la vez de capitel. Pegada a la arquivolta superior, una moldura apuntada repite la molduración de los listeles y del alfiz, elemento tomado de lo musulmán y que recuadra la portada. La norte se reduce a un arco apuntado guarnecido con un baquetón, que también se prolonga por las jambas. Unas impostas muy marcadas repiten el triple listel de la portada principal. En una vivienda cercana a la iglesia se reproduce este esquema de portada (aunque su arco no es tan agudo) y en el interior de la iglesia de El Cerro, en la entrada que comunica su nave con una capilla. Respecto a los canecillos, todos son figurativos, y en ellos predominan cabezas humanas y animales de grotescas facciones. También hay alguno de temática vegetal que parece estar en sintonía el estilo del artista que talló los capiteles de la capilla mayor. De nuevo cuño es la única ventana abierta en lo alto del muro sur con forma de arco trilobulado, siendo el central conopial, pese a que este es un tipo de arco eminentemente tardogótico (1). Al exterior de la misma fachada, unas ménsulas y unas hendiduras en el paramento delatan la presencia de un amplio pórtico, que al parecer fue desmontado en 1761 pese al descontento del concejo y de los feligreses (2).





Portada oeste