Autor: Juan Antonio Frías Corsino
Publicado: El Comercio del Frío. Actas del II Congreso Internacional sobre la utilización tradicional del hielo y de la nieve natural. Museo Valenciano de Etnología, Diputación de Valencia, 2009, pp. 237-244.
Pozos en las provincias de Ávila y Cáceres
No podemos precisar la existencia de pozo en la localidad de Barco de Ávila, pero sí el consumo de nieve, pues Pascual Madoz recoge en su Diccionario Geográfico que “la localidad exporta exquisitas truchas del Tormes a Madrid y otros puntos, entre nieve o escabechadas”. Es curiosa la permanencia, desde el siglo XVII, en el callejero de Barco de Ávila de la calle del Pozo y la plaza del Pozuelo, muy próximas ambas a la entrada medieval a la villa por la que se accedía desde las rutas camineras desde la sierra. Creemos que no puede entenderse que dicho pozo y pozuelo fueran depósitos de agua, pues la población cuenta con una amplia red de agua de uso doméstico en fuentes públicas, motivo que nos hace concluir que existió pozo de nieve.
Palacio de los Alba en Piedrahíta (Ávila)
Piedrahíta contó con su respectivo pozo para abastecimiento de la población, que giraba en torno a la Casa Ducal de Alba. Esta construyó a mediados del siglo XVIII un palacio con jardines para sus retiros veraniegos, donde suponemos que los nobles seguirían la moda del momento en lo que respecta al consumo de nieve en todas sus variedades. Conserva aún el nombre de la calle de “Las Neverías”.
Como es conocido, la nieve se usaba con fines terapéuticos. La existencia de un balneario romano en Baños de Montemayor (Cáceres), localidad atravesada por la Ruta de la Vía de la Plata -distante de la población de Béjar en tan solo 8 kms. y muy próxima también a su sierra-, nos hace barajar la posibilidad del consumo de nieve para dicho balneario en época romana, surtida directamente de los ventisqueros.
Siguiendo la Ruta de la Plata hacia el sur, a 32 kms. de Baños de Montemayor, se localiza la ciudad romana de Cáparra, cuyo amurallamiento data del siglo III y protege una superficie de 16 hectáreas. En las excavaciones arqueológicas que se vienen llevando a cabo desde el año 1990, se han descubierto restos del foro, templos, anfiteatro y otras edificaciones. Domina este espacio un imponente arco tetrápilo. No sería desacertada la aparición de posibles elementos constructivos relacionados con la nieve, pues está documentado su consumo entre esta cultura, más aún si tenemos en cuenta la corta distancia al punto de aprovisionamiento de los glaciares bejaranos. Bien es sabido que los romanos seguían múltiples criterios a la hora de ubicar sus ciudades, entre ellos el disfrute de un escenario paisajístico natural. Este es el caso del foro y de buena parte de la ciudad de Cáparra, orientados hacia la imponente fachada de la sierra de Béjar tras el amplio y fértil valle del Ambroz.
Palacio de los Alba en Abadía (Cáceres)
Hervás, perteneciente a la provincia de Cáceres desde 1833, era con anterioridad población de la Villa y Tierra de Béjar. Por las veredas de su sierra se acarreaba nieve a los conventos del lugar, al hospital y, posiblemente, hasta el Sotofermoso de Abadía, villa de recreo de la Casa de Alba, evidente consumidora del blanco elemento. No está constatada la existencia de pozo, pero sí la de la figura del “guarda de la saca de nieve de Hervás”. No hay que olvidar que la población no necesitaba construir pozos artificiales para almacenar un elemento que se guardaba de forma natural en los neveros de su sierra, a una distancia aproximada de dos horas.
Plasencia era otra fiel consumidora de la nieve bejarana. El médico placentino Luis de Toro escribe en 1574 que cuando esta ciudad sufre los calores del verano, disfruta de abundancia de nieve y de su constante abastecimiento cuestionándose “la conveniencia de beber frío y nieve”[1]. Nos parece una afirmación de la que podría concluirse la presencia de neveras para el almacenamiento de la nieve trasportada desde Béjar y Piornal.
Palacio de los Marqueses de Mirabel (Plasencia)
En la Sierra de Tormantos se localiza Piornal, localidad a la que en 1681 subían los emeritenses para abastecerse. En el siglo XVIII[2] se construye un pozo ovalado de 17 varas de profundidad y 9,5 de concavidad, dotado de cubierta de madera y teja. Hoy forma parte de los cimientos de un mesón.
Ya en la Sierra de Gata extremeña, el pico Jalama alberga un interesente pozo ubicado en el lugar conocido por alto de La Nevera a 1.493 m. De forma octogonal y de buena sillería, este enclave linda con la raya portuguesa. Suponemos que esta nevera surtía a ciudades tan importantes en el siglo XVIII como Hoyos, Gata, Silleros, Trevejo, poblaciones en las que se asentaba un nutrido grupo de nobles. Responde a las peculiaridades constructivas de otros dos pozos octogonales del vecino Portugal. En este país, el pozo situado en la ermita de San Andrés ha sido declarado inmueble de interés público.
Pozo pico Jalama
Desaparición del comercio de la nieve
En Béjar coincide con el inicio de la fabricación artificial del hielo en torno a los años 1925-1930. Algunas de estas fábricas funcionan en la actualidad y consideramos que deberían ponerse en valor como elementos del patrimonio de la arqueología industrial.
Los últimos testimonios del uso de la nieve, concretamente para la
fabricación de helados y “leche helá”, son de 1932, como nos describe Pedro
López, oriundo de La Garganta, quien subía con su padre y el apoyo de una
caballería a los ventisqueros de la sierra de Béjar en pleno mes de agosto,
para surtirse de la materia prima necesaria para la elaboración de los
productos que vendería en las fiestas de los pueblos de la comarca, desde el 15
de agosto hasta el 14 de septiembre.
Lo mismo sucedía en el vecino Hervás por las mismas fechas. Como herencia de esa industria queda aún el sobrenombre que en la localidad se aplica a la familia que se dedicaba a esta artesanía, “Los Neveros”.
Conclusión
Hemos constatado la importancia del comercio e industria de la nieve en la zona estudiada, a pesar de que los pozos que se conservan en pie son escasos son múltiples los referentes relacionados con su existencia. No hemos incluido otros pozos existentes en Castilla y León por sobrepasar la zona en principio estudiada, pero al menos citaremos algunos documentados en Olmedo, Tordesillas (formando parte del complejo hotelero llamado Hotel Pozo de la Nieve), Ávila, Arenas de San Pedro, Arévalo o Segovia.
Creemos necesario la catalogación por parte de la administración autonómica de este tipo de edificaciones, no contempladas en ningún apartado de los catálogos monumentales. Por ello, concluimos que sería necesario seguir el ejemplo de otras comunidades, y del vecino Portugal y poner en valor este legado etnográfico y arquitectónico que contribuiría, entre otras cosas, al desarrollo turístico de estas zonas actualmente deprimidas y mejoraría el conocimiento de esta cultura.
[1] DOMINGO SANCHEZ LORO. Historias Placentinas Inéditas. I.C. El Brocense. Cáceres. 1982
[2] FERNANDO FLORES DEL MANZANO. Historia de una comarca altoextremeña. El Valle del Jerte. I.C. El Brocense. Cáceres. 1985.
"Creemos necesario la catalogación de la administración autonómica de este tipo de edificaciones, no contempladas en ningún apartado de los catálogos documentales."
ResponderEliminarPor desgracia, la arquitectura vernácula es la gran postergada de la arqueología, siendo como es uno de los materiales que más respuestas proporciona sobre el pasado. Pero ya sabemos que por aquí la arqueología no busca respuestas, sino aquello que se pueda exponer en una vitrina. Saludos, Carmen.
Lástima que no este catalogado correctamente. Me ha parecido sumamente interesante. Nos enseña de dónde venimos...
ResponderEliminarBesos Carmen
Lo de la catalogación del patrimonio en esta comunidad es muy deficiente y peor la conservación al menos en el estado que están, es decir de ruina consolidada al menos.
ResponderEliminarCreo recordar de un pozo de nieve en Medinaceli de mi visita.
Saludos.
Beautiful post
ResponderEliminarAhora llego al final, pero me pongo al día de lo atrasado. Llevo una semana de no parar.
ResponderEliminarBesos
He leído de una tirada las cuatro partes del trabajo y me ha parecido una información excelente.
ResponderEliminarNo tenía conocimiento de que algo tan valioso hubiera tenido tal omnipresencia ni en estas provincias ni en ningún otro lugar. La única vez que visité un nevero fue en el castillo de Olite, Navarra, donde me enteré de cómo funcionaban estos depósitos, con sus capas de paja para mantenerlos.
A pesar de las deficiencias de catalogación que parecen existir, el presente trabajo es un buenísimo punto de partida.
Enhorabuena al autor.
Un abrazo, Carmen.