Con su incomparable modo de escribir versos, Luis de Góngora y Argote dedico sus Soledades al mismo duque de Béjar que mostró tan poca compasión con Migue de Cervantes al dedicarle la primera parte del Ingeniosos Hidalgo: Alonso I. ¿Qué tenía don Luis que no tuviera don Miguel? No lo sabemos, pero los versos que inician su libro vuelven a resaltar el tema del interés que mostraban los literatos de la época por encontrar un mecenas entre los miembros de la nobleza y de éstos hacia aquéllos para que sus obras ensalzaran su nombre y el de sus antepasados.
En estos versos don Luis parece demostrar su conocimiento de Béjar y de su naturaleza. Así se nombra al oso, fiera que habitaba en el paraje llamado "Garganta del Oso" o la famosa nieve de la Sierra, la proximidad de la Vía de la Plata también utilizado como camino de peregrinación hacia Santiago y las peñas de la sierra, así como lo adecuado de los montes bejaranos para cazar. También, cuando ensalza al duque, parecemos verle en su finca de El Bosque, descansando ocioso, mientras en su escudo (el de los Zúñiga) campea la cadena. Incluso nos hace un desglose de los árboles habituales de la zona: pinos, encinas o robles.