El viernes por la mañana tendremos que salir de casa los bejaranos surtidos de un gran número de monedas sueltas. El motivo: por cualquier calle que pasemos somos susceptibles de ser asaltados por un grupo de niños pedilones con su correspondiente platillo y su cantinela de “Una pesetita para San Juanito”, a lo que es corriente responder “San Juanito no come” (para eludir el “acoso”). Sin embargo, los niños, más listos que nosotros, replicarán “Pero gasta calzones”.
Y es que el día 24 se celebra la fiesta de los Arcos de San Juanito, tradicional desde al menos hace un siglo (tiempo desde el cual existen documentos que lo acreditan, aunque puede remontarse a siglos atrás). Si la costumbre de alzar arcos y altares adornados con cadenetas y farolillos, y su correspondiente imagen de San Juanito, pervive es gracias al tesón de sus dos patrocinadores: la parroquia de San Juan Bautista y la empresa Carbónicas Molina.
Hace al menos un siglo, allá por principios del siglo XX, los periódicos locales se hacían eco de la costumbre de los niños de alzar arcos de follaje, sobre todo de hiedra que aquí se da de manera abundante, sustentados por una estructura de madera o hierro y adornados con profusión de cadenetas de colores, farolillos y todo aquello que saliera de la inventiva de los chavales. El arco acogía un pequeño altar con su correspondiente imagen del santo. Una vez construido el arco el día previo a la fiesta de San Juan, se comenzaba el asalto de transeúntes, con el loable motivo de obtener unas perrillas para gastar en chucherías durante la noche de las hogueras.
La tradición se ha mantenido desde entonces prácticamente igual, a excepción hecha de varios puntos que voy a resumir: