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30 de mayo de 2015

Benito Guitart Trulls, un arquitecto catalán en el Béjar de hace cien años (3ª Parte y final)


Autores: Javier R. Sánchez Martín y Roberto Domínguez Blanca
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2015, pp. 55-60.

La casa de Mateo Iglesias en Béjar

       Pero quizá la obra por la que se recuerda a Benito Guitart Trulls en Béjar es por el edificio que diseñó y construyó por encargo de Mateo Iglesias, propietario de varios comercios de tejidos y confecciones en Béjar. Este empresario era el dueño de los Grandes Almacenes Mateo Iglesias, situados en el edificio que estuvo hace años Correos y después la imprenta Hontiveros, en la Plaza de la Piedad. También del comercio llamado La Innovación, al principio de la calle Mayor de Reinoso (donde estuvo el antiguo Banco de Bilbao hace ya años). A su muerte, algunos de sus empleados pusieron en marcha El Palacio de la Moda, que primero estuvo donde Junquera (el edificio que albergó Auxilio Social, que fue derribado hace pocos años para dar vista al Teatro Cervantes) y luego pasaría enfrente, donde está hoy día Saldos Arias. La única hija de Mateo Iglesias, Margarita, se casó con Francisco Núñez, por lo que la casa en cuestión también se conoce como “Casa de Núñez”.
Casa de Mateo Iglesias. 
Fachada principal antes de la restauración

      Este edificio se puede encuadrar dentro del auge neoplateresco del momento, como ya señalara Nieves Rupérez [1]. Según Díez Elcuaz, el neoplateresco debe su aparición en Salamanca a la actividad del arquitecto Santiago Madrigal, quien a partir de 1916 empieza a proyectar edificios basándose en la arquitectura renacentista local, siguiendo las recomendaciones del VI Congreso Nacional de Arquitectos (1915) en el que se proponía la vuelta a los estilos arquitectónicos de cada región[2].

24 de mayo de 2015

Benito Guitart Trulls, un arquitecto catalán en el Béjar de hace cien años (2ª Parte)


Autores: Javier R. Sánchez Martín y Roberto Domínguez Blanca
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2012, pp. 55-60.


Los primeros trabajos de Guitart en Béjar y su entorno

    Benito Guitart se encargó, además de numerosas cuestiones rutinarias, de otras obras urgentes y de más enjundia que afectaban a los edificios religiosos de nuestra ciudad.

     El 4 de abril de 1893 desde el consistorio se da la orden de desmantelar la capilla del hospital de San Gil, teniendo que ser llevados todos sus bienes muebles a la del hospital de San Francisco. Pero surge un problema, y es que los retablos no se acomodan con exactitud a la nueva capilla, por lo que se decide esperar el dictamen de Guitart para acometer las reformas, con la esperanza de inaugurarla el 3 de mayo. Finalmente el traslado no será aprobado hasta enero del año siguiente.

Torre de San Gil

       Como hemos comentado, se le encargó de la revisión de los edificios religiosos de la ciudad. Así, el 20 de junio Guitart presenta su dictamen sobre la inseguridad de una esquina de la iglesia de San Juan y del tejado de su torre, a cuenta del reloj construido sobre ésta, cuya techumbre cedió ante este peso extra. Parroquia y consistorio no se ponen de acuerdo en cómo afrontar los gastos. La primera entiende que todo el coste ha de ser por cuenta del Ayuntamiento, ya que la ruina la ha ocasionado el reloj público; mientras que el segundo propone solventar el gasto a medias entre las dos instituciones, pues achaca a la mala construcción de la cubierta de la torre el vencimiento del reloj. En el informe, Guitart señala que el punto de mayor peligro para la ciudadanía es la calleja que circunvala la torre, por lo que se propone prohibir su tránsito.

17 de mayo de 2015

Benito Guitart Trulls, un arquitecto catalán en el Béjar de hace cien años (1ª Parte)


Autores: Javier R. Sánchez Martín y Roberto Domínguez Blanca
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar,  2012, pp. 55-60.

Introducción

       Benito Guitart i Trulls nació en Barcelona el 12 de agosto de 1866. Allí estudió su carrera en la Escuela Superior de Arquitectura, donde se tituló en 1890[1]. Llegó a Béjar en 1893, permaneciendo aquí hasta 1895 y desarrollando una fructífera labor como arquitecto municipal

Benito Guitart Trulls en una fotografía


         Cuando llevaba sólo unos meses de estancia en Béjar se desplazó a Barcelona para contraer matrimonio con Mª Dolores Sivilla, también barcelonesa. Un hermano de su esposa, Félix Sivilla i Prats, dirigía la empresa “Sivilla y Cía”, con sede en Madrid y dedicada principalmente a actividades de fundición y mecanización, con la que enseguida empezaría a colaborar Guitart. En ella coincidirá con Miguel Munar i Cona, ingeniero industrial de origen mallorquín. En 1896 la sociedad se disuelve, constituyéndose una nueva en la que Sivilla ejerce como socio comanditario, y Guitart y Munar como socios gerentes[2]. Esta asociación será el origen de la próspera “Munar y Guitart”, que pudo constituirse a finales del siglo, fecha en la que Guitart ya residía en Madrid.

26 de mayo de 2014

Manuel Sánchez Arcas: un arquitecto bejarano en vanguardia (3ª parte y final)



       
      Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto
      Publicado: Béjar en Madrid, 04/04/2014, nº 4.701, p. 12.   

       Los países de la Europa oriental fueron siempre la referencia de Sánchez Arcas en sus treinta largos años en el exilio, no solo como ejemplo práctico de desarrollo de las políticas siempre defendidas por el arquitecto sino también como lugares de residencia. 
 Instituto de Física y Química (Fundación Rockefeller, Madrid)
Manuel Sánchez Arcas y Luis Lacasa Navarro (1932)


            La disparidad ideológica que siguió caracterizando a la II República en el exilio es el trasfondo de las causas por las que Sánchez Arcas renunció a su cargo de Ministro plenipotenciario en Polonia en el año 1950 tras ejercerlo durante cuatro años. La oposición activa al régimen del general Franco promovida por la Unión Soviética tenía a nuestro protagonista como uno de los agentes principales desde Varsovia. Por esa fidelidad a las tesis marxistas terminó distanciado del gobierno republicano, mucho más tolerante y diverso, cuando este era presidido por José Giral, y finalmente  dimitió de su cargo de Ministro ante el gobierno de Sánchez Albornoz. Las causas directas parecen estar relacionadas con las simpatías mostradas por la República española hacia el dictador yugoslavo Tito[1], enfrentado aquellos años a la Unión Soviética. En cualquier caso el final de la actividad política le permite regresar a su trabajo en la Oficina de Proyectos de Sanidad de Varsovia comenzando una proliferación de trabajos teóricos publicados en diversas revistas especializadas. Así durante 1950 publica una serie de artículos en la revista parisina Cultura y Democracia, compartiendo plana con Rafael Alberti y Jorge Semprún, en los que, frente a los planteamientos culturales y científicos oficializados en la España franquista, desarrollaba sus propias tesis respecto al urbanismo, la ingeniería o la medicina[2].

19 de mayo de 2014

Manuel Sánchez Arcas. Un arquitecto bejarano en vanguardia (2ª parte)



Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto
Publicado: Béjar en Madrid, 21/03/2014, nº 4.700, p. 6.

Las primeras referencias actuales sobre la existencia del singular personaje que nos ocupa se las debemos al historiador Ignacio Díaz Elcuaz cuando hace seis años publicó en el periódico El Adelanto sendos artículos sobre Artistas Bejaranos, uno de ellos monográfico sobre Sánchez Arcas[1]. Anterior a ello los datos conocidos a nivel local o provincial sobre su vida parecen casi inexistentes. Béjar en Madrid durante los años veinte da periódicas reseñas sobre “el primogénito de Ruperto Sánchez Rodríguez”, sobre su formación y sus primeros éxitos. Pero tras el estallido de la Guerra Civil el personaje parece alojado en el olvido pese a que, como dijimos en la primera parte de este artículo, su prestigio como arquitecto era notable e incluso, según algunos críticos, se trate de uno de los pioneros de la arquitectura de vanguardia en nuestro país. El auspicio primero del régimen de Primo de Rivera y después de la II República fue fundamental para el desarrollo de una talentosa generación de arquitectos junto a la que trabajó mano a mano, y entre los que se encontraban Luis Lacasa, López Otero, Eduardo Torroja o José Manuel Aizpurua.

 Manuel Sánchez Arcas

12 de mayo de 2014

Manuel Sánchez Arcas. Un arquitecto bejarano en vanguardia (1ª Parte)


Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto
Publicado: Béjar en Madrid, 07/03/2014, 4.699, p. 13.


En ocasiones la mala memoria de la Historia o las sombras que ciertos acontecimientos extienden sobre los hombres no nos ha permitido conocer como merecieran a algunas figuras de nuestro tiempo. Uno de los casos más flagrantes es el de Manuel Sánchez Arcas, un nombre fundamental dentro de la arquitectura española del siglo XX, especialmente en lo que se refiere a la evolución que operó el estilo racionalista hacia el funcionalismo durante los años 30. Su militancia política, con importantes cargos de responsabilidad en los gobiernos de la Segunda República, le condujo primero al exilio y después casi al olvido en el contexto de la posguerra española. 


15 de julio de 2013

El castillo- palacio de los Zúñiga en Béjar (4ª Parte)




Autores: Roberto Domínguez Blanca y Carmen Cascón
Publicado: Revista Cultural de Gibraleón, nº 11 (jun. 2011)


        Pedro de Marquina también ampliaría la fachada sur del Palacio elevando algún cuerpo sobre el que existía, aunque según Muñoz Domínguez no se terminará del todo en el siglo XVI[1]. Esta fachada muestra en la actualidad cuatro órdenes de vanos, correspondiendo los dos centrales a las plantas más nobles del edificio, por lo que los vanos son más amplios y la iconografía nobiliaria se agrupa a su alrededor. En el piso inferior, los vanos se cubren con cornisa y se alternan rítmicamente con escudos de los Zúñiga; en el superior se ve otra mano, al menos en la labra de los escudos, que ahora están sobre los vanos, alternando los de Zúñiga con los de Sotomayor. Otra diferencia en esta altura es que entre cada vano y su cornisa media una cartela con otra cartela central, grabándose en ésta las letras F, M y A en monograma y bajo corona. Harían mención al duque Francisco III y a su esposa María Andrea de Guzmán, por lo que este cuerpo se habría levantado en algún momento entre 1591 y 1601. Una inscripción más amplia y de difícil comprensión ocupa la cartela del vano más oriental. La fachada palaciega concluye en su lado oeste adosada a restos de la fábrica precedente que conservan algún blasón de los Zúñiga.
 Fachada sur del Palacio


            

8 de julio de 2013

El castillo- palacio de los Zúñiga en Béjar (3ª Parte)



 Autores: Roberto Domínguez Blanca y Carmen Cascón
Publicado: Revista Cultural de Gibraleón, nº 11 (jun. 2011)

El palacio ducal a partir del siglo XVI


            La conversión del castillo de los duques de Béjar en palacio transcurre durante el siglo XVI. Es entonces cuando comienza un programa constructivo sin precedentes que afectó a los edificios más significativos de la población. Generalmente importantes reformas y ampliaciones siguiendo los parámetros del estilo artístico entonces vigente, el renacentista. No sólo asistimos a la construcción de la casa madre de los Zúñiga, sino que también se materializa la villa de recreo de “El Bosque” con sus fuentes y jardines, cuya concepción sólo se puede explicar a través de un contacto directo con el humanismo italiano[1]. Además, las iglesias de la villa se amplían para acoger mayor cantidad de fieles, se crean conventos o se los dota de nuevas dependencias, se levanta el nuevo edificio del consistorio o la casa de Gonzálo Suárez[2], se abren puertas más monumentales en la muralla, se construye un acueducto como el de Plasencia o se acondiciona el nuevo hospital que ocuparía el lugar de la antigua iglesia parroquial de San Gil. Hasta bien entrado el siglo XVII continuaron algunas de las empresas iniciadas en la anterior centuria. Asistimos, por lo tanto, a la transformación del vetusto poblado medieval en una decorosa villa ducal. La investigadora Esther Alegre Carvajal[3] destacó la importancia de Béjar en el panorama español como villa ducal entendida desde un punto de vista urbanístico, si bien señaló como singular la ausencia de un poder clerical preponderante que se manifestara a través de edificios de envergadura (colegiata), tal vez por la proximidad de la catedral de Placentina y la buena relación de los Zúñiga con su curia[4].

Fotografía antigua de la fachada norte



            En este contexto se han de entender las obras del palacio ducal, y en ellas nos vamos a detener[5]. Es en época de Álvaro II, duque entre 1488 y 1531, cuando dan inicio. Llevadas a cabo entre 1503 y 1510[6], tuvieron como protagonistas fundamentalmente a las fachadas norte y sur. El ala sur es la más palaciega y la que menos acusa el origen defensivo del complejo. Sería de este momento la parte inferior de los muros, con los singulares seis contrafuertes en forma de torrecillas achaparradas que, con escudos de los Zúñiga y Sotomayor y de las iniciales F y G (en referencia al duque Francisco y su esposa Guiomar), se suceden en la zona más al este del zócalo. Alguna piedra ornada con las bolas típicas del arte de época de los Reyes Católicos reafirma la datación propuesta.

7 de junio de 2013

El castillo- palacio de los Zúñiga en Béjar (1ª Parte)



Autores: Roberto Domínguez Blanca y Carmen Cascón Matas

Publicado: Revista Cultural de Gibraleón nº 10 (dic. 2010)

*Este año 2013 se celebra el Cincuentenario del Instituto "Ramón Olleros Gregorio", enclavado en el antiguo palacio de los duques de Béjar, en el corazón de la ciudad. Es por ello por lo que queremos compartir con todos vosotros dos artículos que publicamos hace un par de años en dos revistas consecutivas editadas por nuestros buenos amigos, y en otro tiempo vasallos de la misma Casa de los Zúñiga, de Gibraleón (Huelva).  




            Emplazado en la parte más elevada, el castillo-palacio de los Zúñiga o palacio ducal de Béjar, como mejor se le conoce, nos recibe enseñoreándose sobre la amplia Plaza Mayor de dicha ciudad[1], mostrándose arrogante y altanero, despejando dudas acerca del dominio de la Casa de Zúñiga sobre la villa. Cuando desembocamos en este espacio abierto desde la estrecha calle Mayor, despejado ex profeso como lugar comercial, festivo y simbólico, nos parece llegar, sin lugar a dudas, a ese espacio emblemático, lugar decisorio y representativo, del que ninguna ciudad carece. Los tres poderes de la Edad Moderna manifiestan en ella su poder, alzando edificios poderosos, llenos de significado. Al sur de la primitiva plaza de armas, el Consistorio convoca al pueblo en la toma de decisiones civiles, tanto en tiempos pretéritos como en la actualidad[2]. En el centro, la iglesia de El Salvador congrega a los fieles para alabar al Señor[3]. Al oeste, el Palacio Ducal, residencia de los duques y señores de la villa y su tierra, contenía ese poso militar y a la vez de posesión que no escapaba a ninguno de sus vasallos. En un pulso constante a lo largo de la Historia, los poderes civil, religioso y señorial dejan sentir su eco en el espacio vasto del casco antiguo de la villa

 Vista aérea del Palacio Ducal y Plaza Mayor

11 de mayo de 2013

Arquitectos y canteros en la arquitectura bejarana del siglo XVIII (2ª Parte y final)

            Autor: Roberto Domínguez Blanca.
Publicado: especial del semanario Béjar en Madrid de 2009.


            En Béjar, el mal estado en que se encuentra la cárcel real (en el hoy ayuntamiento) provoca la necesidad de constantes intervenciones para repararla. Por ejemplo, en 1735 se contrata al maestro de mampostería y cantería Juan Martín Foguete, de nación gallega, quien presenta planta junto al maestro de carpintería Antonio García Molina[1]. Sin embargo, en 1737 la obra aún no se había llevado a cabo, y lo poco que se había avanzado se suspendió, en espera de lo que el Concejo llama “Gallegos Maestros Intelixentes”[2], con lo que sobra decir que tenían acreditada fama en su oficio entre los próceres bejaranos. En 1739 Martín Foguete y García Molina vuelven a intentar hacerse cargo de estas obras, pero su propuesta es rechazada[3]. Al igual que la de otro cantero guardés, Silvestre Moreno, que se había presentado junto al carpintero candelariense Francisco Sánchez Castaño[4]. La obra de la cárcel real todavía coleaba, pues en 1752 el Martín Foguete planea junto a Manuel Vicente, maestro bejarano de cantería, la obra de los calabozos[5].
 Claustro del convento de San Francisco (Béjar), concluido en 1599.

            Hermano de Juan es Alejandro Martín Foguete, quien en 1744 se presenta para acometer unas obras en la alhóndiga bejarana junto a Lorenzo Portela[6]. Otro maestro de cantería y albañilería gallego y residente en Béjar es Santiago González, quien entre 1716 y 1717 está trabajando en uno de los muros del hospital de San Gil junto a la torre[7]. A Francisco Sino le volvemos a encontrar, pero ahora en Béjar y trabajando frecuentemente para la iglesia de El Salvador; mientras que a un familiar suyo, Sebastián Sino (¿hermano?) y a su paisano Santiago García, les asignarán la realización de los batanes ducales en 1753[8].


4 de mayo de 2013

Arquitectos y canteros en la arquitectura bejarana del siglo XVIII (1ª Parte)



Autor: Roberto Domínguez Blanca.
Publicado: especial del semanario Béjar en Madrid de 2009.

La presencia de maestros canteros de procedencia gallega (en especial de la villa pontevedresa de La Guardia) trabajando en Béjar y los pueblos de su comarca fue una constante durante los siglos XVIII y XIX, como ya documentara Ros Massana para la década que transcurre de 1828 a 1838 se registran varios viajes a Galicia de canteros de esta procedencia, tras el trabajo estacional en Béjar y en otras zonas de Castilla[1]. Junto con los canteros locales trabajarían en todo tipo de tipo de obras propias de su oficio, desde el empedrado de calles hasta la construcción de iglesias. 

 Candelario (Salamanca)

29 de noviembre de 2009

Tomás Rodríguez, arquitecto bejarano


Autor: Javier R. Sánchez Martín
Publicado: Semanario Béjar en Madrid, 7 de Julio de 2006.

Tomás Rodríguez Rodríguez nació un 17 de diciembre de 1907 en esta pequeña y bella ciudad del sur de Salamanca- ya casi extremeña- llamada Béjar. De hondas raíces bejaranas, pues era hijo de Mateo Rodríguez Gómez, prestigioso fabricante textil (ver Béjar en Madrid número especial de diciembre de 2004), y de Justa Rodríguez Olleros. Mateo y Justa tuvieron 4 hijos: Ana, Tomás, María y Mateo Rodríguez Rodríguez.

Estudió la carrera de arquitecto en ese castizo y desenfadado, pero también muy politizado y convulsionado, Madrid de finales de los años veinte y principios de los treinta, sobre el que ya comenzaba a soplar la brisa que más tarde se transformaría en el huracán del trágico enfrentamiento que se avecinaba. Terminó la carrera en 1933, obteniendo después el grado de doctor arquitecto.

Hotel Colón.
Fotografía extraída de Fotos Antiguas de Béjar

Poco después fue nombrado Arquitecto Escolar de la provincia de Badajoz, dependiendo del Ministerio de Instrucción Pública, comandado en aquélla época por ese inolvidable personaje salmantino que fue Filiberto Villalobos, D. Fili, como se le llamaba cariñosamente. Por aquella época vivía a caballo entre Madrid y Badajoz.

La Guerra Civil le coge en Madrid, donde reside con su hermano Mateo en la calle Gran Vía, mientras que el resto de la familia permanecía en Béjar. Como es bien conocido, ambas ciudades estaban en distinta “zona”, por lo que la comunicación entre familiares de una y otra era muy difícil. La familia cree que la falta de noticias de los dos hermanos en un país en cruenta guerra civil precipitó la muerte de su padre, que falleció el 21 de septiembre de 1936. Tomás y Mateo no conocerían la triste noticia hasta enero de 1937, por medio de un prisionero de guerra bejarano al que conocieron en Madrid.

20 de abril de 2009

El ábside de Santa María de Béjar (2ª Parte)



Autor: Roberto Domínguez Blanca
Publicado: Béjar en Madrid, enero de 2008. Nº 4.480



Por otro lado, Valdés Fernández clasifica el mudéjar castellano en tres modelos en función de las arquerías de los ábsides: el vallisoletano, el zamorano y el sahagunino. Nuestro ábside pertenecería al primer modelo, muy frecuente en las provincias de Valladolid, Segovia, Ávila y Salamanca, y que se define por la superposición de tres arquerías de proporciones diferentes y disposición constante, en simetría bilateral . Para Gómez Moreno la arquitectura mudéjar de la provincia de Salamanca tiene su origen en el foco de Alba de Tormes , difundiéndose por toda ella a medida que avanzaba el proceso de repoblación llevado a cabo por los monarcas Alfonso VI (Salamanca y Alba de Tormes), Alfonso VII (La Armuña), Fernando II (Ledesma y Ciudad Rodrigo) y Alfonso VIII (Béjar). También se situaría dentro de este foco albense la iglesia de Galisteo, localidad repoblada hacia 1217.

Detalle de los paños del ábside de Béjar


Centrándonos en el ábside de Santa María, llama la atención el desproporcionado zócalo de mampostería y su mal acoplamiento con el cuerpo de ladrillo. Esta base pétrea sirve tanto para alejar la humedad del frágil ladrillo, como para nivelar la construcción en solares irregulares. En aquellos sitios donde la climatología lo permite la obra de ladrillo arranca directamente del suelo.

13 de abril de 2009

El ábside de Santa María de Béjar (1ª Parte)


Autor: Roberto Domínguez Blanca
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.479. Enero de 2008.



       Volvemos desde estas páginas a ocuparnos de nuevo de un monumento mudéjar, aunque esta vez bien conocido por los bejaranos. El ábside mudéjar de la iglesia de Santa María es obra fechable en el siglo XIII y, junto con los cuerpos bajos de la torre, la única estructura conservada de la primitiva iglesia de tiempos de la repoblación. Su gran nave es ampliación del siglo XVI, como sucederá en otras parroquias de Béjar.


Si reparamos en el aspecto externo del ábside, no hay duda que se trata de una de las construcciones más exóticas de nuestro centro histórico, tanto por el empleo masivo del ladrillo (en una ciudad levantada con el granito de su entorno), como por el marcado carácter decorativo que se imprime a sus paramentos (que contrasta vivamente con la austera arquitectura religiosa bejarana). Sin embargo, hoy en día este venerable testigo de nuestro pasado medieval, se muestra abandonado y cada vez más deteriorado ante los ojos perplejos de los turistas y la indiferencia de buena parte de los naturales.



Ábside y campanario de la iglesia de Santa María. Béjar.

En el área castellana el mudéjar se dejó influir claramente, primero por el románico y más tarde por el gótico. El ábside de Santa María es un ejemplo del primer tipo, en lo que algunos especialistas han dado en llamar románico mudéjar, románico de ladrillo o albañilería románica. La arquitectura mudéjar arraigará con fuerza en zonas meseteñas carentes de piedra o de buena piedra, pero con suelos arcillosos. De esta forma este estilo se desarrollará en comarcas como Tierra de Campos, Tierra de Pinares o en la Moraña abulense, con importantes centros de arquitectura mudéjar en Arévalo, Cuéllar, Alba de Tormes, Toro o Toledo.


9 de marzo de 2009

La Casa chacinera de Candelario









ARQUITECTURA TRADICIONAL EN CANDELARIO: LA CASA CHACINERA


Autor: Roberto Domínguez Blanca

Publicado: Especial Béjar en Madrid, Navidad 2008.

La comarca de Béjar atesora en sus núcleos de población una rica arquitectura tradicional, que adopta caracteres propios en función de las latitudes. Para este trabajo nos hemos centrado en el análisis de una de sus tipologías más reconocidas: la casa chacinera de Candelario. Si bien es necesario señalar que su popularidad ha ensombrecido otro tipo de arquitectura tradicional muy interesante y que también se conserva en la villa. Estas construcciones son más antiguas que la casa chacinera y recuerdan a las de la vecina Sierra de Francia, aunque sin llegar a desarrollar las dimensiones que éstas alcanzan. Se caracterizan por una planta baja de sillería y mampostería de granito con escasos vanos, sobre las que se elevan las superiores de entramado de madera con adobe. Carecen la mayoría de las veces de la solana y de la batipuerta típica de la casa chacinera. Se localizan en la parte alta del conjunto urbano, formando parte del callejero más tortuoso de la villa de origen medieval.